OPINIÓN
Aprendiendo a garrotazos
Costa Rica está siguiendo al pie de la letra la infame receta griega
LLM.VELIA GOVAERE VICARIOLI
CATEDRÁTICA UNED / COORDINADORA OCEX
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¿Quién no se llena la boca diciendo que vamos como Grecia? Ahora es un lugar común. Las cosas no parecían tan evidentes, a 9 días del comienzo del mandato de doña Laura, cuando yo advertía una "Crónica Griega anunciada" (La Nación, 16/05/2010). ¡Qué poca satisfacción ser Casandra!
Conviene, sin embargo, que volvamos, una vez más, la mirada hacia Grecia. Renunciemos, para comenzar al eufemismo de llamarle "rescate" al brutal desmembramiento del tejido empresarial, social y administrativo helénico. Se habla de una "ayuda" de 130.000 millones de euros. ¿Ayuda a quién? A Grecia no le llega un cinco. Un fideicomiso hace transferencias directas del Banco Central Europeo a los bancos acreedores, alemanes y franceses, sobre todo. ¡Valiente ayuda! El Ministro del Interior de Alemania –en posición contraria a su Gobierno– tuvo la honestidad de recomendarles a los griegos que se fueran del euro, que asumieran su propia soberanía económica, se declararan en quiebra y comenzaran de cero –pero con sus propios pies, no a patadas europeas, diría yo –, recuperando competitividad con un dracma devaluado.
Voces insensibles exigen que los griegos paguen la fiesta fiscalmente insostenible que tuvieron antes. ¿Cuáles griegos? Los de la fiesta tienen sus capitales en buen recaudo. Los que quedan, no tuvieron fiesta. Dicen que las ratas son las primeras en abandonar el barco. No es cierto. Los primeros que se van son los capitales. No hay nada más nervioso que un dólar –o, en este caso, un euro–. Los bancos griegos han visto salir de sus cuentas la astronómica suma de 65.000 millones de euros. El pánico de los millonarios griegos –y también italianos– es tal, que en 2011 compraron el 11% de todo el mercado de viviendas de Inglaterra, con una inversión en viviendas familiares londinenses de 406 millones de euros. La liquidez de los bancos griegos disminuyó un 17%, y ese dinero ya no está para créditos a las empresas helénicas. En Alemania, en cambio, el flujo de capitales de Grecia, Italia, Portugal, España e Irlanda ha creado una sobreoferta de más de 500.000 millones de euros, con relación a la demanda de crédito empresarial germana.
Un diputado griego, poco antes de votar a favor de las medidas de austeridad, sacó un millón de euros a Inglaterra. Se trata del diputado Isidoros Kouvelos, esposo de Dora Bakogianni, anterior ministra de Relaciones Exteriores. Todo fue legal, dijo Bakogiani. ¡Por supuesto que sí! El movimiento de capitales en la UE es totalmente libre! ¿Fue ético? Esa es una cuestión que los legisladores, casi de todas partes, ni se preguntan. Volvamos la vista a las lecciones aprendidas del sufrimiento griego, impuesto a inocentes por la irresponsabilidad de una clase política inmoral.
No cura, mata. La receta griega no cura, mata. Políticas de ajuste deflacionarias provocan recesión, no crecimiento. La recesión agrava las cuentas de la hacienda pública y eso dificulta más la atención de las deudas. A eso se responde con nuevas medidas de austeridad, que provocan menos crecimiento. Círculo vicioso interminable. A Grecia la desangraron en 2010 y eso provocó que esté peor ahora. En 2012 la desangran otra vez y lo único que se puede esperar es que esté peor después. ¿Qué harán entonces? ¿Desangrarla de nuevo? ¿Hasta dónde aguanta un cuerpo social tanta tortura, cuando los responsables de la crisis ya exportaron sus capitales a puertos seguros?
El voto de un sabio vale lo mismo que el voto de un insensato. Las mayorías hacen de la democracia una fórmula estadística, donde la calidad del sistema depende mucho de la comprensión que tenga la ciudadanía de la gravedad de sus problemas. Los políticos que basan su apuesta electoral solo en la popularidad de sus propuestas, jamás podrán enfrentar con eficiencia el futuro, porque no existen soluciones verdaderas a los problemas fiscales que, al mismo tiempo, puedan ser populares.
Cada país necesita un sistema impositivo acorde con su propia escala de valores. La base de lo que un Estado puede ofrecer depende enteramente de la voluntad social que exista de contribuir a las finanzas públicas. No es de altura moral exigir calidad sin pagar su precio. Cuando una sociedad no quiere pagar impuestos, tampoco puede exigir inversión social. Una va con la otra. No existen conquistas sociales que una crisis económica no pueda echar por la borda. Pensiones, salarios, salud, educación o mantenimiento de infraestructura no están garantizados sin crecimiento económico, disciplina fiscal y contribución impositiva.
Y ¿Costa Rica? Costa Rica está siguiendo al pie de la letra la infame receta griega: inversión social más allá de sus capacidades impositivas, sueldos públicos financiados con endeudamiento, carga tributaria regresiva por debajo de su nivel de desarrollo humano y prestaciones de servicios con deuda pública. ¿Qué digo que no haya sido dicho ya? Hay lecciones que solo se aprenden con garrotazos de la historia.
Fuente: Periódico La Nación, 04/03/2012
http://www.nacion.com/2012-03-04/Opinion/Aprendiendo-a-garrotazos.aspx