Alejandro Lizano Fernández
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. / Karol Ramírez ChinchillaEsta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

Todo comenzó con la forjadura de una moneda única. En el Viejo Continente, en el ocaso del segundo milenio, la moneda fue repartida -en principio- entre las 11 naciones. Una moneda que remplazara a todas las demás... Una moneda que por aquella tierra se ha extendido y que hoy ha atraído a 17 países para atarlos en una oscura nebulosa.

 

euroquebrado

Desde luego, el euro no es la causa de la debacle, sino la mala administración. Actualmente se extiende la sombra de la crisis sobre aquel proyecto iniciado por Alemania, Austria, Bélgica, España, Finlandia, Francia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Países Bajos y Portugal (la zona euro "primigenia") el 1º de enero de 1999.

 

 

¿El origen? Las llamadas "armas financieras de destrucción masiva" que son derivados financieros desregulados: malas inversiones hipotecarias en inmobiliarias por parte de los bancos, colocaciones en el sistema financiero en los países de Europa del Este mediante préstamos irrecuperables y, finalmente, la desconfianza por la solvencia de la deuda soberana en muchos de los países donde el euro es la moneda en curso.

 

Efectivamente, la falta de crecimiento financiero en Europa es consecuencia del endeudamiento soberano de algunas economías, especialmente las conocidas como PIIGS: Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España (por su nombre en inglés, Spain). Además, el otro punto de inflexión lo ha dado, como era de esperarse, la crisis financiera de los Estados Unidos del 2008, cuando los mercados comenzaron a dudar de la capacidad de Grecia y otros países de la eurozona para atender sus créditos, según confirma Velia Govaere Vicarioli, coordinadora del Observatorio de Comercio Exterior (OCEX) de la Universidad Estatal a Distancia (UNED).

 

“El caso de Grecia rápidamente se contagió a Portugal e Irlanda y luego a España. Ahora Italia está en la picota. El problema es que todas estas economías, de baja productividad, están ligadas a una sola moneda que no puede depreciarse y que no es representativa de la productividad de estos países, sino de la mayor productividad de Alemania. Eso excluía políticas monetarias para aumentar sus exportaciones y dejó como único camino de ajuste a políticas de austeridad que rápidamente tuvieron como consecuencia un alto al crecimiento económico, un aumento brutal del desempleo y la inestabilidad política de toda la zona euro”, detalla la también exviceministra de Comercio Exterior.

 

En opinión de Humberto Aguilar Arroyo, director de la Escuela de Ciencias Sociales y Humanidades (ECSH) de la UNED, “la situación que sufre el mundo europeo es muy compleja en el nivel social y cultural. No puede ser reducida a una crisis de crecimiento y mucho menos de corte exclusivamente financiera”.

 

“Por lo menos desde la teoría materialista dialéctica, la producción económica se asienta sobre un escenario social; es decir, las relaciones de producción son fundamentalmente sociales. Así, cualquier variación en las relaciones de producción tiene incidencia directa en las relaciones sociales. Ejemplo de ello es el desempleo, que ha alcanzado la astronómica cifra de 23 millones de personas. El desempleo es el indicador más efectivo de improductividad de un sistema económico que ha dejado de ser social”, dijo.

 

¿Dos caras de la misma moneda?

 

Nadie ha dudado en relacionar la caída de las finanzas en Estados Unidos y la debacle posterior de la Unión Europea. Pero, ¿qué diferencias y semejanzas hay entre la crisis estadounidense y la europea?

 

Govaere Vicarioli explica que hay ciertas asimetrías, pero también hay de por medio paralelismos en ambas situaciones. En el primer caso, “la crisis económica norteamericana nace de la multiplicación desproporcionada de derivados financieros vinculados al mercado hipotecario de alto riesgo. En Europa, la crisis proviene de sistemáticos déficit fiscales y un crecimiento del endeudamiento en proporciones enormes del Producto Interno Bruto (PIB) de esos países”, detalla.

 

La especialista en comercio exterior agregó que en cuanto a las similitudes, en ambas economías “juegan un papel relevante los seguros financieros de créditos (CDS en inglés) y las agencias de calificación de riesgo. Estas son las que determinan el valor de los intereses. En el caso norteamericano, el crecimiento de la prima de seguro y la descalificación de los derivados financieros precipitaron la crisis. En la comunidad europea, los precios de los seguros de créditos por deuda griega comenzaron a crecer, empujando hacia arriba los intereses y provocando luego sistemáticas y continuas descalificaciones de las agencias de calificación de riesgos. Vale decir que ambas actividades, derivados financieros y las agencias calificadoras de riesgo, están completamente desreguladas, tanto en Europa como en Estados Unidos y funcionan bajo presiones fuertemente especulativas, sin ninguna base científica ni económica”.

 

Aguilar Arroyo agrega que en Europa, la “crisis también ha sido enfrentada con políticas monetaristas que no han tenido ninguna efectividad. Se ha ensayado el otorgamiento de subsidios por desempleo que en lugar de corregir la situación económica y social la empeoraran a muy corto plazo, pues el dinero usado por los gobiernos no tiene el respaldo de ingresos sanos, lo que estará constituyendo un alud de dimensiones impensables que caerá sobre las deterioradas bases macroeconómicas”.

 

La diferencia de productividad entre los países: el talón de Aquiles

 

Por otra parte, para una economía como la europea, la emisión de eurobonos y un Fondo de Rescate -pactados mediante el Acuerdo de Bruselas y que ha sido puesto en duda por muchos políticos- no garantizará la unión fiscal ni política para la zona de la moneda única.

 

Ya lo ha dicho François Hollande, candidato socialista a las presidenciales francesas y favorito en las encuestas: “Este acuerdo no es la buena respuesta ni a la urgencia (...) para devolver la confianza (...) ni para el futuro de Europa” porque para eso hace falta “un fondo de salvamento dotado en un nivel adecuado”, “una intervención del BCE [Banco Central Europeo] que sea eficaz”, “eurobonos” y elementos para generar crecimiento económico.

 

“Desde un principio, el euro venía enfermo de la diferencia de productividad de los países. ¿Cómo podían comprar con euros los españoles productos caros alemanes, como autos BMW, si su economía no tenía esa productividad? Obviamente… endeudándose con Alemania. Así los bancos alemanes -y en menor medida, los franceses- fueron acumulando todas las deudas europeas. Ahora el Fondo de Rescate es apenas una parte muy ínfima de la deuda total soberana. Esos países son perfectamente solventes, [pero] para los niveles originales con los que pactaron sus deudas a largo plazo”, aclara la coordinadora del OCEX.

 

Para ella, el talón de Aquiles está en las bajas calificaciones de las agencias de riesgos, que actúan de forma especulativa, lo que trae como consecuencia que cada vez que se vence un plazo, los intereses para renegociar esas deudas son ya insostenibles. “Las deudas podrían atenderse si hubiera crecimiento económico, con su consecuente incremento de ingresos fiscales. Pero ahora se propone una disciplina fiscal, con medidas de austeridad que provocan recesión, no crecimiento”. Entonces, sería necesaria una masiva recapitalización de todos los mercados europeos, solo posible con una verdadera unión fiscal. “Aun así, no es seguro que el euro se sostenga”, sentencia la abogada. El panorama sí apunta a la estabilidad, pero con recesión y desempleo masivos, sin contar el descontento general y el costo social de la moneda única.

 

Una Grecia desangrada

 

El primer error de Grecia, quizás, es haber alterado sus datos macroeconómicos para entrar en la zona euro. Es decir que le ha sido muy difícil ajustarse a los requisitos y encima ya ha entrado debiendo. Hoy, más de una década después, se trata de una economía cuyos intereses de renegociación crediticia hicieron la escalada: su deuda soberana se ha triplicado.

 

La nación helena está atrapada en un círculo vicioso. “Políticas de ajuste deflacionarias provocan recesión, no crecimiento. La recesión agrava las cuentas de la hacienda pública y dificultan la atención de las deudas, lo que provoca la necesidad de nuevas medidas de austeridad, que provocan menos crecimiento. Es un círculo vicioso que se ejemplifica a la saciedad en Grecia. La desangraron primero y eso provocó que estuviera peor ahora. Esta vez la vuelven a desangrar y lo único que se puede esperar es que esté peor después. ¿Qué harán entonces? ¿Desangrarla otra vez? ¿Hasta dónde aguanta un cuerpo social tanta tortura, cuando los responsables de la crisis ya exportaron sus capitales a puertos seguros?”, critica Govaere Vicarioli.

 

Se entiende, entonces, que la zona euro haya aprobado entre noviembre del 2011 y febrero del 2012, reducir la deuda helena a la mitad, lo que significa 100 mil millones menos por devolver. La comunidad, asimismo, ha dado luz verde a un primer rescate por un monto similar y a otro por 130 mil millones.

 

Ese refinanciamiento de la deuda griega  pasó por la petición de un referéndum, una iniciativa fallida del entonces primer ministro Yorgos Papandreu, lo que provocó su salida. Lukás Papadimos, su sucesor, ha dicho que la quiebra no es una opción: “No podemos permitir la quiebra del país. El nuevo programa de rescate es necesario para el cumplimiento de los esfuerzos que empezaron hace dos años para restablecer la competitividad de la economía griega y para sanear sus cuentas”.

 

Conocedores del tema coinciden en que, desde el inicio, habría sido más inteligente por parte de Grecia adscribirse a la zona euro, pero sin cambiar su moneda de curso (dracma) hasta ajustar sus estándares económicos. Es lo que sí han hecho otras naciones como República Checa, que pertenece a la comunidad europea (de hecho, la presidió durante la primera mitad del 2009) y cuya moneda es la corona checa.

 

También desde hace mucho tiempo, otra salida virtual para Grecia pudo haber sido recurrir a una política como la de “El Corralito” (Argentina, 2001) para evitar la fuga de capitales. El no haberlo hecho al inicio de la crisis implica hoy, en plena o virtual recuperación, un riesgo, el cual es cada vez mayor conforme pasa el tiempo.

 

Govaere Vicarioli afirma que parecería que la sensatez política solo conducirá a que los griegos tengan una moneda propia con la que podrán defender sus exportaciones y estimular su turismo y no una moneda común que los daña, más que beneficiarlos.

 

Ya desde Luxemburgo, la economía más solvente de la comunidad (calificada como triple A junto a Holanda), se atiza el fuego. El ministro de Finanzas, Luc Frieden, ha sugerido reducir la eurozona: “Si Grecia no cumple, el bloque debería continuar con 16 países”.

 

Según auguran algunos economistas, si Grecia saliera del euro, todos sus activos pasarían a valorarse en dracmas de nuevo, a un precio seguramente muy inferior al que se hizo cuando entró a la comunidad pues se trata de un país prácticamente quebrado. O sea, los helenos están, fuera o dentro de la Comunidad Europea, entre la espada y la pared. El primer impacto sería que todos los inversores de la deuda griega perderían mucho dinero, quebrarían unos primeros bancos, habría un efecto dominó y la crisis financiera seguiría.

 

Pero lo que sí es seguro es que Grecia debe pagar 14500 millones de euros el 20 de marzo próximo, rubro que no puede saldar sin el respaldo de Alemania a Francia o los préstamos internacionales.

 

Pero, finalmente, todos se preguntan si es posible garantizar un futuro estable para la Unión Europa y sobre todo para las economías PIIGS. “Si algo es incierto en la economía actual es la estabilidad de la Unión Europea. No existen caminos que la aseguren, que no sean pasando por una mayor articulación económica y política, que nadie está en capacidad ni de ofrecer, ni de aceptar. El mismo eje Berlín-París cambiará después de las elecciones francesas, cuando su probable nuevo presidente, Hollande, cumpla su compromiso de romper ese núcleo antidemocrático de decisión, formado por los mandatarios franco-alemanes y darle mayor poder de decisión a los organismos comunitarios elegidos, sentencia Govaere Vicarioli, quien es docente universitaria.

 

Se sabe que la Unión Europea ya ha acordado que para junio de 2012, los bancos deben alcanzar un nivel de capitalización de 9%, sin que haya venta masiva de activos y garantizando el flujo de crédito en el mercado. Aparte, las economías se comprometerían fiscalmente a no gastar más de lo que deben.

 

¿Será viable en el largo y mediano plazo una moneda única para controlar la eurozona?

 

Las crisis inmobiliarias

Las crisis inmobiliarias de Estados Unidos y España tienen factores comunes, pero obedecen a dinámicas muy distintas. En el primer caso, se origina en el afán del Gobierno por ofrecer una solución de vivienda a todas las familias, en un período en el que había disminuido el empleo industrial y los ingresos. No quedó otra forma de asegurar la construcción de viviendas que el fácil acceso al crédito. Las hipotecas fueron respaldadas en títulos que alcanzaron un valor hasta veces mayor. Los primeros bancos no poder recuperar la cartera hipotecaria y el castillo de naipes se vino abajo.

 

En España, en cambio, hubo sin duda un exceso de crédito, pero la burbuja inmobiliaria vino del gran aumento de precios por falta de suelo edificable, el aumento de la demanda de vivienda debido a una explosión migratoria y los desproporcionados beneficios fiscales a quienes adquirieran vivienda. Esto provocó una demanda artificial y empujó la especulación al punto que el precio de las viviendas aumentaba hasta 30% de año en año.

 

En esta situación de precios de la burbuja inmobiliaria española llegó la crisis financiera de los Estados Unidos, la restricción de capitales disponibles, la crisis griega, el exceso de la deuda soberana española y, de repente, cayó precipitosamente la demanda de vivienda en España. La demanda de nuevas casas cayó 40%, en 2011, con un 14% de las viviendas construidas vacías y una disminución del precio por metro cuadrado de construcción de casi un 50% desde 2007.

 

Una gran diferencia en cuanto a las soluciones, es que en Norteamérica el Estado pudo inyectar fluidez a la capacidad bancaria de otorgar créditos por lo que el sistema pudo sostenerse. En España, la crisis de la deuda soberana más bien agudizó su impacto nacional. “¿Quiere comprar una casa en España? ¡Aproveche! Este es el mejor momento. O, tal vez, mejor espere un poco: los precios siguen a la baja”. Fuente: OCEX

 

Las lecciones aprendidas de la crisis europea

 

1. La primera medida de salud de una economía es tener un presupuesto equilibrado. Ningún país puede sostener indefinidamente una parte sustancial de sus finanzas públicas por medio de endeudamiento.

 

2. Cada país debe tener un sistema impositivo acorde con su propia escala de desarrollo humano. La base de lo que un Estado puede ofrecer a su ciudadanía depende enteramente de la voluntad social que exista de contribuir a las finanzas públicas con impuestos. Cuando una sociedad no quiere pagar impuestos, tampoco puede darse el lujo de inversión social. Una va con la otra.

 

3. Lo ya aprendido en los 80: disminuir las finanzas públicas mediante la reducción de la productividad y las capacidades de crecimiento económico, es ponerse una soga al cuello. Ese ahorro se traduce en deflación, desaceleración económica, menores ingresos fiscales y agravamiento de los problemas financieros del Estado y de los problemas sociales.

 

4. Lo que es todavía una tentación para algunos políticos: un país no puede ni debe renunciar a tener su propia política monetaria. Mucho menos vincularse a una moneda foránea que represente más productividad que la propia.

 

5. El neoliberalismo sin riendas conduce a los peores abusos. El Estado no puede renunciar a regular fuertemente la actividad financiera, la intermediación y el funcionamiento de derivados. Toda especulación comienza ahí y termina siempre en peores condiciones de vida para la gente.

 

6. Existe una globalización financiera, pero sobre bases de regulación solamente nacionales… y eso cuando existen. La Unión Europea apunta a superar eso en la escala comunitaria; no obstante, sin una regulación internacional la especulación encontrará siempre espacios abiertos para el abuso.

 

7. No existen conquistas sociales que una crisis económica no pueda echar por la borda. Pensiones, salarios, salud, educación ni mantenimiento de infraestructura están garantizados sin crecimiento económico, disciplina fiscal y contribución impositiva.

 

8. Los indignados son manifestación de un descontento latente y universal con las clases políticas de todo el mundo. Todos los signos políticos, sean de izquierda o de derecha, se han probado impotentes frente a los retos humanos, sociales y económicos de la globalización financiera. Ante el poderoso Caballero Don Dinero, todas las banderas han sucumbido.

 

9. La democracia es una fórmula estadística que depende mucho de la comprensión por la ciudadanía de la gravedad de sus problemas Los partidos que basan su apuesta electoral a la popularidad de sus propuestas, jamás podrán enfrentar con eficiencia el futuro porque no existen soluciones verdaderas a los problemas fiscales que puedan ser populares.

 

10. Costa Rica está siguiendo al pie de la letra la infame receta griega: inversión social más allá de sus capacidades impositivas, sueldos públicos financiados con endeudamiento, carga tributaria regresiva por debajo de su nivel de desarrollo humano y prestaciones de servicios con deuda pública. Fuente: OCEX

 

Fuente: Periódico ACONTECER, número 43, Febrero 2012

www.uned.ac.cr/acontecer