OCEX le comparte la ponencia de fondo de la Presidenta Chinchilla invitada en Roma, Italia, durante la Primera Reunión entre la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y representantes de las cooperativas y las organizaciones de productores. En este discurso se analiza la importancia de las cooperativas agrícolas en Costa Rica en diversos ámbitos, incluyendo su impacto en la productividad del país.
Amigos y amigas:
Agradezco la gentil invitación a dirigirme a tan selecta audiencia en el marco del primer encuentro entre la FAO y los representantes de las cooperativas y organizaciones de productores del mundo.
Como digna celebración del “Año Internacional de las Cooperativas”, no puedo pensar en ningún contexto institucional más apropiado que éste, para comprender el espacio que ocupa el movimiento cooperativo en la solución de esa gran utopía humana, de lograr que en ningún lugar del planeta exista un niño o una niña que se vaya a dormir sin comer.
Es también para mí un honor y un privilegio compartir con ustedes la experiencia cooperativista costarricense, porque el camino que Costa Rica ha recorrido señala una ruta posible de equidad y de progreso para muchos pueblos del mundo y en ese recorrido ha estado presente el movimiento cooperativo.
Costa Rica ha sido un país que desde sus orígenes como república independiente ha cultivado su compromiso por la paz, la democracia y la naturaleza. Con todas estas tareas el cooperativismo siempre no ha acompañado.
Uno de los factores que ha contribuido al desarrollo armonioso de nuestro entorno social y político ha sido la asociatividad expresada de manera particular en el movimiento cooperativo. El Cooperativismo ha ocupado en Costa Rica un espacio económico y social muy grande. Una de cada tres personas de la población económicamente activa participa en cooperativas, con una generación muy alta de empleo y activos equivalentes al 4% del PIB.
Su peso social se multiplica conforme nos acercamos a los sectores sociales más necesitados del apoyo mutuo para salir adelante. Así por ejemplo, para los pequeños y medianos productores la participación del movimiento cooperativo es decisiva para la modernización y el desarrollo tecnológico de sus sistemas productivos. Más del 10% de nuestro PIB agrícola tiene origen en cooperativas. Ellas responden por casi el 20% de la elaboración del azúcar, el 40% de la producción de café y el 90% de la leche industrializada.
En el caso del café, la producción cooperativa cafetalera representa un notable caso de éxito en la promoción de la equidad y la superación de la pobreza. Esa forma asociativa ha sido el vehículo por medio del cual más de treinta mil pequeños productores de ese grano encuentran una ruta hacia la prosperidad. Nuestras cooperativas de café logran acceso a mercados externos que, de forma individual, nuestros productores agrícolas jamás habrían alcanzado.
Esta forma asociativa que caracterizó la producción cafetera costarricense, permitió que nuestra historia social agrícola se escribiera con letras de paz y armonía que no conocieron otros pueblos hermanos en donde la tenencia de la tierra, el procesamiento del grano y su exportación no estaban en manos de los trabajadores de la tierra.
En Costa Rica, la situación fue diferente gracias a que el cooperativismo consolidó un modelo de inclusión social. El impacto social que produce el cooperativismo no es el único beneficio que se deriva de esta forma de organización de la producción. Las cooperativas cafetaleras de Costa Rica representan también, una garantía de responsabilidad ambiental. Gracias a ellas, Costa Rica produce y exporta café de calidad certificado bajo la categoría de Carbono Neutralidad.
Costa Rica es un país que ha hecho una fuerte apuesta por la sostenibilidad ambiental. Gracias a las políticas que hemos impulsado desde hace más de cuarenta años, logramos revertir las tasas de deforestación y hoy somos el país con mayor cobertura forestal del mundo y uno de los cinco países que más protege el medio ambiente. Más del 90% de la energía que consumimos proviene de fuentes renovables y nos hemos impuesto la meta de convertirnos en una de las primeras naciones carbono neutral del planeta.
Nuestra agricultura ha ganado con la adopción de políticas de sostenibilidad ambiental. Con solo una décima de hectárea arable por habitante, Costa Rica es el tercer mayor exportador agrícola por unidad de territorio del mundo. No sólo el café, sino otros productos de exportación agrícola como ya son certificados carbono neutral. En la promoción de estas políticas, el cooperativismo ha sido un socio de un gran valor estratégico.
Finalmente, deseo destacar que los beneficios sociales y ambientales de la asociación cooperativa se agregan el dinamismo y la competitividad. Es éste el caso de la producción de lácteos en mi país. Contamos con la cooperativa de productores de leche más grande de la región Centroamericana. A ella están asociados cerca del 90% de todos los productores lácteos del país, e industrializa el 85% de la producción nacional. Los productores de leche asociados a esta cooperativa reciben el mejor precio por litro de leche en toda América Latina.
Señoras y señores:
Esta es la fructífera realidad del movimiento cooperativo en el sector agroalimentario en Costa Rica, que ofrece experiencias exitosas para enfrentar desafíos como la inequidad social, el cambio climático y el crecimiento económico.
En ese contexto el concepto cooperativo nos ofrece respuestas, como ningún otro, que nos facilitan hacer acopio de la inventiva humana, con solidaridad y participación colectiva, para librar a nuestros pueblos de los embates del hambre, de la pobreza y de la inseguridad alimentaria, en un mundo globalizado que socializa todas las crisis, en tiempos del cambio climático.
Latinoamérica es un continente de paradojas. Los contrastes son el rasgo más marcado de nuestras realidades. La riqueza latinoamericana de fuentes hídricas, de tierra fértil y de diversidad biológica, va de la mano de profundas fracturas sociales. Dos caras de una misma moneda, donde la rica vocación agrícola de nuestros pueblos no ha podido impedir el desgarrador testimonio de 54 millones de latinoamericanos que padecen hambre.
Frente a esa realidad, puedo decirles que en muchas comunidades rurales de mi país, el desarrollo social local se encuentra estrechamente vinculado con la existencia de una cooperativa en la zona. Cuando existe una necesidad rural, aparece casi siempre una respuesta cooperativa. Es así como, las cooperativas de servicio eléctrico brindan servicios a uno de cada tres habitantes de las zonas rurales. Su presencia se pone de relieve cuando constatamos que 40 centavos por cada dólar de valor agregado por todas las cooperativas del país, provienen de cooperativas rurales. Estoy convencida de que el bienestar de la población rural de mi país depende en mucho de la presencia y desarrollo local de una o varias cooperativas.
El espíritu cooperativo ha inspirado en mucho de los valores que mi pueblo abriga. Es precisamente por eso que el camino cooperativo nos ha servido con tanta más fuerza para consolidar una tradición nacional anclada en la búsqueda de consensos. El movimiento cooperativo está inscrito en todas nuestras políticas públicas, tiene lugar de honor en nuestro plan nacional de desarrollo y encuentra expresión en todas nuestras formas productivas, financieras, comerciales y educativas.
En Costa Rica, las Cooperativas están presentes no sólo en el orden económico y social. También ocupan un lugar destacado en nuestro sistema educativo y hasta en la prestación de servicios de salud. Así por ejemplo, el 23% de nuestra matrícula escolar participa en cooperativas. En esa tierra fértil del cooperativismo sembramos las semillas de emprendedurismo, solidaridad y equidad, que nuestros niños y niñas aprenden desde la escuela. Esa semilla rendirá frutos, porque este tipo de organización empresarial, que nos viene de tan lejos en la historia, recibe hoy, a su favor, los vientos de los tiempos que vienen.
En buena hora la FAO acoge en su seno esta forma de producción social que se puede convertir en el instrumento más idóneo para llevar a cabo su misión internacional de proteger y fomentar los sistemas sociales, los métodos agrícolas y los avances científicos que aseguren de forma sostenible la alimentación de los pueblos, en armonía con la defensa del medioambiente.
No existe pueblo en el mundo, ni necesidad social o económica donde la cooperación no sea un instrumento decisivo. Por ello, el cooperativismo se proyecta como un imperativo frente a los grandes retos de la humanidad, pero también como forma de gestión participativa y horizontal capaz de generar mayores rendimientos, característica de las grandes tendencias corporativas del mundo. Podríamos decir que nunca como antes el cooperativismo se impone como imperativo organizacional y como tendencia de moda que difícilmente desaparecerá. Nada es más moderno que la empresa cooperativa.
La modernidad demanda precisamente horizontalidad y llama a las empresas a fomentar la participación y la construcción de consensos. La tercera revolución industrial que establece nuevas formas de producción donde el conocimiento y la comunicación ocupan un lugar central, propicia cada vez más la participación activa de los trabajadores en los procesos de gestión.
Es por ello, que la participación que, desde el siglo XIX, pregona el movimiento, se ha convertido en el siglo XXI en una fuerte consigna que adoptan las empresas modernas.
Señoras y señores:
La agricultura es ciertamente un espejo donde se reflejan aún profundas distorsiones, rezagos y asimetrías. Los retos son colosales. Como si nuestro panorama no fuera ya de por sí complicado, la producción de energía compite con la producción de alimentos, y como si eso fuera poco, cuando nuestro desarrollo demanda más uso de energía, más debemos mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero. Un punto de no retorno de la temperatura del planeta se cierne como espada de Damocles sobre nuestras cabezas y si llega devastaría nuestra región, haría impredecible el rendimiento de nuestras cosechas y arriesgaría el desempeño de todas nuestras políticas públicas.
¿Cómo resolver nuestras paradojas? ¿Cómo multiplicar esfuerzos dentro de nuestras diferencias? ¿Cómo socializar el progreso? ¿Cómo asimilar enteramente la innovación tecnológica, si algunos de nuestros países adolecen todavía de ancestrales sistemas de cultivo de subsistencia, que les hacen cada vez más difícil erradicar el hambre de sus fronteras? ¿Cómo encarar los retos de un cambio climático, que nos golpea de manera inclemente?
Todas esas angustiantes preguntas no tienen una sola respuesta, pero cualquiera que abordemos tiene como elemento central la capacidad que tengamos de reunir fuerzas y de construir consensos colectivos. No se ha inventado ningún instrumento más dinamizador y movilizador de voluntades como el movimiento cooperativo. No existe mejor instrumento para introducir ciencia, racionalidad, sensatez y sensibilidad social en nuestros sistemas agrícolas.
Es por todo eso que creo expresar los sentimientos de todos y todas los aquí presentes al felicitar con entusiasmo la iniciativa del Director General de la FAO, señor José Graziano da Silva, de poner en la agenda de esta benemérita organización, el fomento y fortalecimiento del cooperativismo agrícola, como instrumento privilegiado para generar desarrollo, solidaridad y equidad en todas las zonas rurales del mundo, especialmente en las comunidades rurales de los países en vías de desarrollo.
Por eso mismo, permítanme con humildad y al mismo tiempo con profundo sentido de cooperación, compartir con ustedes la invitación que le hice esta mañana al Director General de la FAO, de organizar en Costa Rica una reunión internacional en el marco de la celebración del Día Mundial de la Alimentación, en el mes de octubre de este año, para presentar a nuestro país como plataforma para la promoción del movimiento cooperativo. Pongo a disposición de la FAO, la experiencia de mi país, para contribuir al logro de los excelentes propósitos planteados por el señor José Graciano da Silva.
La palabra “agricultura” tiene un significado desafiante para la vida de nuestros pueblos. La palabra “Cooperativa”, en cambio, tiene una connotación de respuesta a ese desafío.
Al inaugurar este foro, hago votos para que nos unamos con todo nuestro optimismo, y dibujemos en todas nuestras geografías un pequeño árbol de pino, que viene de la mano con el espíritu de hermandad y solidaridad del cooperativismo que hoy nos llena de aliento y de esperanza.
Muchas Gracias.