Los años 80 del siglo pasado marcaron la crisis de la deuda externa latinoamericana. En esa época nuestro país ocupó el triste honor de ser el país más endeudado del mundo. Con la crisis de la deuda había llegado a una grave crisis el modelo anterior de desarrollo de Costa Rica, fundado en la Industrialización por Sustitución de Importaciones.
En esos años, Costa Rica realizó un profundo giro desde su modelo anterior, centrado en el proteccionismo dentro del mercado protegido dentro del Mercado Común Centroamericano y se abrió al mundo.
Fue unilateralmente eliminando barreras arancelarias, se incorporó al sistema multilateral de comercio y centró su equilibrio macroeconómico en la atracción de Inversión Extranjera Directa, con exenciones fiscales y ofreciendo para sus empresas el aprovechamiento de las plataformas preferenciales de comercio que se abrieron para Centroamérica (Iniciativa de Cuenca del Caribe, por parte de Estados Unidos y Sistema Generalizado de Preferencias – Droga, por parte de Europa), así como el paulatino y creciente espacio que ocupó la negociación de TLCs. Fue así que inició un modelo de desarrollo en el que ocupa un lugar central el comercio exterior.
De sobra es conocido el éxito relativo que ha tenido nuestro país en ese modelo. Las exportaciones de Costa Rica han crecido en los últimos 20 años de forma sostenida un 10% hasta hace muy poco. Costa Rica exporta a 146 destinos y tiene una oferta exportable de 4500 productos. Un 87% de las exportaciones totales del país se exportan bajo TLC. El año 2012 fue el tercer año consecutivo con record de exportaciones de bienes y servicios, con un monto de US$17 mil millones.
Para cualquier país el comercio exterior representa un enorme desafío porque pone al descubierto todas las fortalezas y debilidades de la competitividad de su aparato productivo. Esto parecería determinar que la apertura comercial obliga al diseño y desarrollo de políticas internas de apuntalamiento de la productividad nacional. Sin embargo, para Costa Rica esto no ha sido así. Su apertura al exterior no se ha asentado en su propia competitividad derivada de su productividad interna, sino en la productividad y competitividad de la inversión productiva extranjera directa, establecida fundamentalmente en sus zonas francas.
Por ello Costa Rica tiene dos facetas diferenciadas de sus políticas públicas. Se han ido perfeccionando las que se relacionan con el comercio y con la atracción, facilitación y funcionamiento de la inversión extranjera directa y se han ido descuidando las que atañen a su propio aparato productivo, para no decir también a sus propias condiciones de desarrollo social.
Para atraer inversión extranjera se ha ido perfeccionando todo un sistema que además de exenciones fiscales, se complementa con el acceso a mercados para la producción de las empresas multinacionales, la creación de cluster de alta tecnología y la facilitación de su funcionamiento interno. Para todo ello se ha desarrollado una amplia institucionalidad, legislación de avanzada, competencia de personal administrativo que las atiende y una serie de tratados de libre comercio que ofrecen acceso preferencial a más del 82% de los mercados internacionales, así como la seguridad jurídica derivada de acuerdos bilaterales y multilaterales.
En contraste con ese esfuerzo para atender a la inversión extranjera asentada en su territorio, Costa Rica ha carecido de las políticas públicas industriales o productivas que desarrollen su propio aparato productivo y mejoren su competitividad, así como del énfasis apropiado en desarrollar las políticas educativas vinculadas con las demandas de competitividad no sólo de su propio aparato productivo, sino inclusive en contradicción creciente con las necesidades del aparato productivo de la misma inversión extranjera directa, cuyo acceso a mano de obra especializada está cada vez más tocando techo, tanto en los niveles de técnicos especializados y personal bilingüe en todas las áreas, como en los requerimientos más sofisticados del personal profesional en ingenierías que demandan las sociedades modernas del conocimiento.
Esto ha creado la existencia de una realidad dual, donde el éxito relativo de su modelo de comercio exterior se funda en las exportaciones bajo ZF, que representan el 52% de las exportaciones totales (2010-2014). Estas exportaciones son sobre todo de ensamblaje con poco valor nacional agregado (menos del 30% del valor total), mientras el resto de sus exportaciones se basan fundamentalmente en la agricultura y la agroindustria de poco nivel de sofisticación tecnológica.
Esta dualidad va a tener un serio impacto en las políticas educativas. (Para mayor detalle de la exposición de Velia Govaere, (dar click aquí) para acceseder al PPT utilizado como base de la discusión de este conversatorio).