En esta investigación de la OIT, el especialista Ricardo Monge nos muestra como la Inversión Extranjera Directa (IED), en el segmento de componentes electrónicos, en el específico caso de INTEL, ha “ascendido en la cadena global de valor”. En abril del 2014, el anuncio del cierre de la operación de manufactura de INTEL generó incertidumbres, sobre la futura participación de nuestro país en esa cadena global de valor. En efecto en mucha cobertura de prensa se llegó hasta a hablar de un “retiro de INTEL de Costa Rica” y con su “partida”, se anunció que también se iba el 20% de las exportaciones nacionales (“Con Intel se va el 20% de las exportaciones de Costa Rica” La Nación, 9 abril, 2014).
El estudio de Ricardo Monge responde a esa interrogante. En su seguimiento al impacto de esta transnacional en nuestro suelo, demuestra que esta empresa, emblemática de nuestra IED, en realidad no sólo no se fue, sino que hizo más sofisticada su operación en Costa Rica, a pasar de manufactura al desarrollo de hardware y software y a la prestación de servicios compartidos.
En su presentación del estudio de Monge, José Manuel Salazar-Xirinach (OIT) enfatiza el impacto emblemático de la apertura de operaciones de INTEL-Costa Rica, a finales de la década de los noventa:
“El caso más visible y ampliamente comentado de esta transformación productiva, reconocido en la literatura mundial sobre estos temas, fue el inicio de operaciones en 1998 de una planta de ensamblaje y prueba de microprocesadores de la corporación Intel que llevó a la creación inicialmente de más de 2.200 empleos directos con salarios más altos que el promedio nacional en el sector de manufactura, cifra que sobrepasa los 3.000 empleos unos años más tarde.
Pero los impactos favorables de la instalación de Intel en Costa Rica van mucho más allá que una visión simplemente cuantitativa del número de empleos e incluyen impactos positivos en aspectos como la formación de recursos humanos y las interacciones con los sistemas de formación profesional; los derrames de conocimiento vía las interacciones con la cadena de suministros, la movilidad laboral de trabajadores calificados, y la colaboración entre empresas; los salarios y los encadenamientos productivos. La instalación de Intel también contribuyó a fortalecer una idea, un intangible de alto valor: un amplio consenso nacional sobre la importancia de la apuesta a las actividades de media y alta tecnología, y a las políticas de desarrollo productivo complementarias para lograr este objetivo.” (Prefacio, p. 9).
La investigación de Ricardo Monge ilustra la trayectoria de esta paradigmática multinacional, en Costa Rica, que respondió, en algunos años, hasta por un 25% de las exportaciones globales del país y que, según José Manuel Salazar, pasó de una planta de manufactura a lo que el autor califica un “… ascenso en la cadena global de valor (CGV), lo que ha beneficiado a Costa Rica de varias maneras, incluyendo un mayor valor agregado doméstico en las exportaciones de esta multinacional, un aumento en los salarios pagados por esta misma empresa y mayores posibilidades de encadenamientos productivos que generen derrames de conocimiento y tecnología hacia el resto de la economía.” (óp. cit., p. 10). Ponemos a disposición de nuestros lectores, el texto completo de este estudio. (Estudio versión en español). (Estudio versión en inglés).