POR VELIA GOVAERE -
Mentes ilustres se afanan por descifrar los dignos de estos tiempos, pero la humanidad nunca ha podido entender su porpio presente.
¿De qué libro es capítulo lo que estamos viviendo? ¿Cómo discernir el significado de este acontecimiento único en la civilización humana?
Mentes ilustres se afanan por descifrar los signos de estos tiempos. Pero la humanidad nunca ha podido entender su propio presente (Friedell, 1927).
Al contemporáneo le caen encima los eventos como hechos aislados, desagregados de la totalidad histórica que les da sentido. Por eso Hegel decía que en la noche todos los gatos son pardos. Se refería a la imposibilidad de entender, en el instante, el trazo total de la pintura vivencial de la raza humana, que sólo la historia descifra. Es un rompecabezas cubista que solo se entiende con la última pieza. Ex ante reina la incertidumbre. Ex post todos somos sabios.
El impacto de la pandemia es tan formidable que es imposible que pase sin dejar marcas indelebles en la civilización. Las cifras de la hecatombe son escandalosas.
El comercio se reducirá hasta 32% (OMC). Ya están sin empleo 26 millones, sólo en Estados Unidos y esa economía retrocederá un 25%. Los grandes países quieren pagar, con astronómicas cifras, una salida indemne de la crisis. Misión imposible.
¿Nuevo Plan Marshall? A valor actual, esa fue una inversión de 130 mil millones de dólares. Alemania puso ya, a su propia disposición, 6 veces más. Estados Unidos, 8 veces más. El eurofondo que se mezquina en la UE es 15 veces mayor.
Son números insólitos y probarían, por sí solos, que la crisis del coronavirus tiene la fuerza de un punto de inflexión. Eso está claro.
También entendemos que la pandemia no escribe sobre tabula rasa. El mundo ya estaba enfermo y la conciencia social así lo comprendía.
La malaise dictaba una urgencia de cambios. Progreso y miseria han marcado grandes giros de la historia. Hasta ahí estamos claros. Lo que no sabemos es si ese mundo asimétrico y ecológicamente insostenible seguirá su curso impasible, después de esta breve pausa, o si, más bien, se precipitará el final de una era con un tsunami político disruptivo que todo lo arrastra y todo lo transforma.
Distintas percepciones del ayer. Urgidos, como estamos, de domesticar la incertidumbre, también es humano el sesgo cognoscitivo que nos induce a pensar con los deseos que reclaman un retorno a lo mismo. Sobre todo cuando lo conocido era fuente de estabilidad económica.
Ese afán de volver a una “agradable normalidad” se manifestará menos entre quienes vivían esa realidad como diario castigo de abandono, decretado por infortunio de nacimiento o por desigual acceso a oportunidades de superación.
Entre los más urgidos de lo mismo de antes están las bolsas de valores que siguen impertérritas el curso de la pandemia.
El capitalismo productivo, paralizado en las fábricas o retenido en los siete mares, en tanqueros cargados de petróleo, solo se sobrevive a sí mismo como un valor virtual en la bolsa.
El capital sigue ahí con vida propia, buscando revalorizarse y en peligro de precipitarse al vacío. Es un capitalismo de casino de apuestas, tan real como cualquier otro. Un día se apuesta al pánico; otro, a la necesidad apremiante de retorno a la normalidad.
Si creemos a los inversionistas, solo tenemos que apretar los dientes y esperar que pase la mala racha. Mientras tanto, la apuesta más fácil es a perder.
Los centros de análisis de riesgo no pueden evitar estrujarse el cerebro en búsqueda de patrones conocidos de referencia. Hacen curvas comparativas con catástrofes “similares”, como si esto tuviera parangón.
El covid-19 indujo una catástrofe financiera por razones extraeconómicas. Pero la dimensión de este suceso producirá transformaciones más allá de lo cuantificable.
Es lo más parecido al concepto de “cisne negro” de Nissan Taleb: un tremendo suceso inesperado de gran impacto con consecuencias históricas impredecibles
Sin embargo, y por definición, los cisnes negros se vuelven blancos, después de un tiempo, es decir, la rara avis se torna conocida y retrospectivamente incluso previsible. No estamos todavía ahí.
Sometidos a la irreverente dictadura de lo matemáticamente inverificable, la incertidumbre se resolverá en la política, en otras palabras, en la esfera de liderazgos existentes y posibles. Ahí la consigna “America First” todavía puede corromper el futuro.
El cada cual para sí mismo y cada país por su cuenta marcó el vacío total de liderazgo mundial. El multilateralismo fue la primera víctima de ese repliegue hacia fronteras nacionales.
Estrasburgo se pensó francesa antes que europea cuando, agotadas sus instalaciones, giró la vista hacia lejanos hospitales franceses, en vez de cruzar el río y buscar las desocupadas camas alemanas de Stuttgart, a la vuelta de la esquina. En su discurso al país, Merkel ni mencionó siquiera la palabra Europa.
Con medidas extremas tomadas en democracia, razón y ciencia están salvando a los pueblos de lo peor de la catástrofe, apoyados en una devuelta autoridad de los especialistas de la salud. La institucionalidad y la importancia de una buena gestión pública saldrán reforzadas. Eso es indiscutible.
Tópico aparte merece el populismo. La crisis probó el vacío intelectual de su demagogia y todo lo ineficaces que podían ser en el poder. Su diletantismo se pagó con vidas.
Ese populismo saldrá debilitado, es cierto, pero también es verdad que si regresamos a un diseño de mundo, ignorando las grietas del paradigma actual, estaremos, además, endeudados, desempleados y más desiguales después de la pandemia. Eso podría regenerar alas rotas al nacionalismo, a la irracionalidad y a la xenofobia.
¿Qué pasará? Eso es “lo que no conocemos y apenas sospechamos”. A diferencia de Darío, si no sabemos adónde vamos, sí sabemos de dónde venimos. Hasta ahí lo racional. Pero que esto sea un punto de inflexión no se nota en ninguna parte todavía.
No hay brújula en la tormenta. Faltan capitanes, mapas de ruta, propuestas de cambio. Si volvemos a lo mismo, no habremos aprendido nada. Pero eso solo se sabrá cuando pase el desconcierto.
La autora es coordinadora del OCEX y catedrática de la UNED.
Artículo publicado en Periódico La Nación, 8 de Mayo 2020.