POR VELIA GOVAERE VICARIOLI
Biden tiene ante sí el desafío de la aprobación de las leyes que protegen el derecho al voto de las minorías
Por espurias que sean, las cruzadas políticas suelen revestirse de narrativas ideológicas. No existe ideal alguno vacunado contra ese contagio. Nada lo ilustra mejor que la frase atribuida a Manon Roland camino a la guillotina: “Liberté, que de crimes on commet en ton nom!”.
Es así. El paradigma humano sufre de esa dolencia crónica. Tapiza intereses nacionales con quimeras sublimes. Cuando hasta la misma religión ha sido muchas veces escurrida de su espíritu, no es de extrañar que las banderas más insignes se enloden de formalismos sin alma. Es humano, demasiado humano, diría Nietzsche.
Vivimos uno de esos tiempos confusos, cuando la forma puede pervertir el contenido. Auténticos ideales que sustentan la vida en común son manipulados con propósitos adulterados, por ejemplo, la defensa de la democracia como principio de contrato social, que es algo muy diferente de la defensa de la “democracia” como ofensiva de intereses geopolíticos...
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Artículo publicado en Periódico La Nación, 30 de diciembre 2021.
La autora es coordinadora de OCEX y catedrática de la UNED.