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Por el buen camino del comercio internacional

POR VELIA GOVAERE - ACTUALIZADO EL 4 DE MAYO DE 2015 A: 12:00 A.M.

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Expresión decisiva de discernimiento político es reconocer, dentro de conquistas, debilidades, y dentro de falencias, fortalezas. Si esto es cierto, las elecciones son un gran reto para la madurez política, marcadas como están por el simplismo obligatorio del mercadeo electoral.

El mensaje partidario “vende”, por lo general, condenas o apologías al enfrentar los elogios de un statu quo que todo lo defiende contra la denuncias de quienes, en la otra acera, todo lo critican. Así es la retórica electoral: monocromática, plagada de antítesis enfrentadas de esquematismos que nunca reflejan fielmente las necesidades reales.

Solo por eso, las retóricas de contrastes puros deberían tener corta vida. Pasadas las elecciones, los grises matices de la realidad deberían dominar el discurso político porque toda nueva administración tiene tanto compromiso con la continuidad como con el cambio.

Una vez en el poder, hay que pasar de la protesta a la propuesta y, de ahí, a la acción y a los resultados. El terreno encharralado no da para mucho, como excusa para el letargo. El problema surge cuando la nueva administración se siente acorralada por su viejo discurso electoral. Entonces, vencidos los plazos de la retórica, y ya en plena faena de gobierno, todavía se sigue en campaña cien días después, bajo la falsa premisa de tener que demostrar que todo lo hace de una forma radicalmente “nueva”.

Deberíamos ayudarle a la administración a redescubrir la importancia de la continuidad dentro del cambio y a pensar fuera de su propia caja. Para ello, debemos comenzar por dejar de exigirle que nos enseñe el cambio prometido. Con que nos diga lo que está haciendo debería ser más que suficiente. ¿No les parece?

Resultados positivos. Pero hay un campo en donde el estilo desasido del Gobierno está teniendo buenos resultados. Se trata, nada más y nada menos, que del comercio exterior. En tiempos del PAC –¿quién lo habría pensado?– hemos visto superada la época de los cortes radicales extremos que enfrentaron a la ciudadanía en el referendo del TLC.

En esta materia, el Comex ha sido propositivo desde el comienzo y ha marcado golpes de timón que, más que cambios de orientación, lo son de prioridades. Donde había margen de mejora, está mejorando; donde se necesitaba continuidad, la está liderando.

Ahí no había terreno encharralado y nadie quiere crearlo. Esta gestión es un gran acierto que refleja el consenso del país sobre la trascendencia de la apertura comercial, que ya nadie condena ni cuestiona. Es una conquista lograda, de la que se deben desempolvar debilidades ocultas, que anteriores administraciones relegaron, más concernidas, como estaban, en la mera apología de un modelo que se concentraba en la negociación de nuevos TLC.

La preocupación de fortalecer las capacidades defensivas del país en la administración de su comercio y la necesidad de mejorar el desempeño del aprovechamiento de los tratados vigentes esperaba liderazgo desde hace mucho, porque la política comercial de Costa Rica ya tocó techo, desde el 2010, en su expansión.

Desde hace más de una década, amplios sectores nacionales hemos venido advirtiendo que el comercio exterior era una silla que se asentaba solo en una pata. La administración de comercio, la defensa comercial, los encadenamientos productivos, la logística de carga y la infraestructura nacional son otros tantos sustentos que deben equilibrar de forma armónica la política comercial de un país.

Esta preocupación no era nueva. De hecho, muchos nos sentimos entusiasmados cuando, en agosto del 2010, la administración Chinchilla decidió impulsar un amplio “plan de acción”, a partir de una consulta pública en la que los sectores productivos señalaron una nueva agenda con un mapa de ruta orientado hacia la articulación institucional interna, la mejora de la competitividad de los sectores productivos y la ampliación de oportunidades para las pyme. ¿Dónde quedó después ese entusiasmo?

O no se le dio el acento que merecía o se subestimaron las resistencias inerciales. Pero la ruta había quedado señalada, aunque sin el paradigma de alianzas institucionales con la voluntad política necesaria para llevarla a feliz término.

Función compartida. La administración de comercio no es sinónimo de administración de TLC, cosa evidente, pero no siempre debidamente asimilada, ni siquiera en los círculos más conspicuos. La administración de comercio es una función compartida entre múltiples actores, en diferentes áreas temáticas: inocuidad de alimentos, registros sanitarios, ingreso de productos por aduanas, integridad sanitaria y fitosanitaria de productos importados, reglamentación técnica, defensa legítima de la producción nacional y logística de carga, entre otros.

Bajo este andamiaje se le atribuyen a diferentes entidades públicas competencias legales para administrar áreas temáticas específicas del comercio exterior de forma articulada.

Pareciera que existe un ambiente propicio para que esta administración asuma un liderazgo que, finalmente, ponga el acento en el fortalecimiento de un adecuado entorno institucional de soporte. Esta vez, con el Comex a la cabeza, en su papel de rector, las instituciones responsables están en pleno proceso de perfeccionar el sistema del comercio exterior, lo que implica la voluntad política de hacer una reorientación de tareas y la necesaria concertación social de actores.

Podría decirse que en el campo institucional estamos llegando a un punto de acumulación crítica que convierte la conciencia de la necesidad de un cambio, en una fuerza para llevarlo a cabo, pero dentro de la continuidad del modelo. Ojalá no nos equivoquemos ni surjan jinetes del Apocalipsis que corten las cabezas que están pensando.

Debemos felicitarnos porque, escondido detrás de un escenario público monopolizado por parodias crónicas de crisis autoinducidas, se va perfilando un sistema de alianzas institucionales que amalgaman un nuevo sentido de prioridades en las políticas públicas de nuestro comercio exterior. Ahí, sin mucho aspaviento, se escribe un capítulo de cambios dentro de la continuidad.

Falta, quizás, solamente, un sentido de urgencia para que estos cambios tengan lugar con la celeridad requerida. Pero no nos quejemos tanto. Por lo menos en comercio exterior, la tierra se mueve, y eso es mucho.