POR VELIA GOVAERE - ACTUALIZADO EL 22 DE JUNIO DE 2015 A: 12:00 A.M.
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Nunca aprenderemos a pensar en grande con una Asamblea que tarda 9 años en aprobar leyes
Nadie ha visto a un cirujano ingresar a un quirófano armado de machete. Tampoco se afilan bisturís con piedra pómez. A cada labor, su instrumento, y a cada instrumento, su labor.
¡Pero cuidado! En nuestro país no hacemos esas distinciones “neoliberales”. Aquí somos igualiticos: todas las pymes con una ley, bajo una política, con el mismo ente rector y los mismos instrumentos para financiarlas.
El parque empresarial de Costa Rica está compuesto por mipymes en más de un 98%, pero sería un error quedarnos en un nombre, en una característica de dimensión como unidad económica, sin diferenciar su dinamismo. El GEM (Global Entrepreneurship Monitor) distingue entre emprendimientos por necesidad y por oportunidad; y hace una distinción adicional por dinamismo.
El tamaño no lo dice todo. La mayoría de las empresas son emprendimientos nacidos como respuesta a la falta de empleo para enfrentar la necesidad de supervivencia de las familias. Dos de cada tres mipymes son de subsistencia y mínima acumulación. Surgen de nuestras carencias, no de nuestras fortalezas, empujadas por la necesidad de buscar alguna forma de ingreso.
Nuestras políticas de apoyo a las pymes responden a la necesidad de contrarrestar el deterioro de la calidad del empleo que le es característico a este tipo de empresas de necesidad, para defenderlas de la usura, brindarles mínimas condiciones de entrenamiento, mejorar el entorno social de las comunidades y fortalecer la calidad de vida de la población.
También existen mipymes con alguna capacidad de acumulación. Una de cada tres pertenece a esta categoría de empresas de oportunidad, con propietarios con experiencia, dinamismo económico y posibilidades reales de inserción sostenible en el mercado. Estas mipymes necesitan, además de crédito, sistemas de apoyo empresarial y políticas públicas para mejorar su competitividad.
Ambos tipos de empresas entran en un único bolsón de políticas indiferenciadas, con un ente rector y una misma institución financiera de segundo piso. Atendidas con machete o bisturí, por cirujanos o jardineros, tienen que competir por recursos, con alguna ocurrencia legislativa de algún sector clientelista que quiere que les condonen las deudas. Hasta ahí las cosas son feas, pero no tan graves.
Empresas ejemplares. Difícil es, en cambio, el escenario de otro tipo de empresas que, curiosamente, son ejemplares, pero por no calzar en una u otra categoría de “auxilio” del Estado, quedan a la deriva, castigadas por su buena conducta. No tienen políticas sectoriales, ni ente rector que las atienda y la ausencia de financiamiento preferencial es su mayor problema.
Me refiero a emprendimientos dinámicos, empresas con tasas de crecimiento mayores al promedio nacional, mayor dinamismo exportador, mayor valor agregado y generación de empleos de calidad en una proporción más grande que su presencia en el mercado.
En Costa Rica, estas compañías son huérfanas de apoyo estatal, sea porque tienen algunos empleados de más que la categoría que les permite recibir facilidades de financiamiento o porque gozan de un nivel de negocios que las coloca también fuera del ámbito de apoyo público para fomentar su crecimiento y aprovechar su dinamismo en beneficio del desarrollo nacional.
Para ellas ni machete, ni bisturí. Su orfandad nos empobrece a todos.
Un ejemplo notable de emprendimientos dinámicos, abandonados a su suerte, son las TIC. Camtic tiene contabilizadas 897 que generan más de 15.000 empleos, con un sostenido crecimiento mayor al del país. Un 47% de ellas exportan a un ritmo de crecimiento casi el triple del promedio nacional, enfrentando la presión de competir por calidad y no por precios, lo que determina una actitud empresarial que debería ser la regla.
¿Significa eso que no necesitan apoyo? ¡No! Lo que implica esa carencia es que no aprovechan como deberían las oportunidades que todavía tienen en nichos de mercado bajo fuerte competencia. Las TIC, tanto las que exportan como las que no, expresan que su principal escollo es el difícil acceso al financiamiento.
El 96% del recurso humano empleado en las TIC es nacional. Esto denota, al mismo tiempo, la relativa fortaleza del sistema educativo de Costa Rica, pero también la carencia de políticas migratorias para estimular la llegada de extranjeros profesionales. Para venir a Costa Rica, conviene más ser empleada doméstica o cortador de caña.
Pérdida de empleos. Así de banal, en el 2007 se perdieron 15.000 empleos por falta de recurso humano y 10 empresas ligadas a las TIC decidieron abrir operaciones en otros países. ¿Cuántas oportunidades habremos desaprovechado desde entonces?
El formidable dinamismo de las empresas de TIC no permite apreciar sus lados oscuros. El 79% de estas invierten, con recursos propios, el 7,5% de su facturación de ventas en I+i+D. Eso es bueno, pero también desnuda la ausencia de políticas de inversión de capital de riesgo, escasa vinculación académica-empresarial y poca agilidad del funcionamiento bursátil en esta rama de negocios.
Esto amerita un llamado urgente para el diseño de políticas públicas sectoriales, como lo han hecho, desde hace tiempo, México, Colombia, Argentina, Brasil, Uruguay, Chile y otros países latinoamericanos.
En otras palabras, urge una política nacional para el desarrollo de empresas gacela, como tienden a ser las TIC, con un fuerte componente educativo, porque es enorme el potencial desperdiciado para el desarrollo nacional.
Pero esto es algo que no conocemos todavía. Es una de esas carencias que nos distinguen, no como país pequeño, sino como país que piensa en chiquito. Y menos aprenderemos a pensar urgente y en grande con una Asamblea que tarda nueve años en aprobar leyes. Así no saldremos de este hueco.
(*)La autora es catedrática de la Universidad Estatal a Distancia